miércoles, 4 de enero de 2012

Dame un beso, o dos.

O mejor no me des ninguno. Dame un ábrazo que así de paso me calientas, que tengo frío. Bueno no, ni te acerques. No quiero ni olerte. ¿Para qué? ¿Para oler esa colonia que te pones porque sabes que me encanta y me dan ganas de comerte? Para eso no. No te acerques. Ni me toques. Bueno va, dame una pequeña caricia... pero pequeña. No te emociones. No quiero que se me erice la piel por sentir tu tacto. Regálame una rosa, pero que sea la que está más muerta. Lo que importa es el detalle, ¿no? Así que poco importa el color de la rosa, si le queda vida o no... Quiéreme pero no me ames, que después viene cuando mis sueños se estrellan. Cuando me prometes bajarme la luna, el sol y las estrellas. Y lo más que consigues bajar, es de tu noveno piso a la calle. Y en ascensor, para no cansarte. No me inventes historias de amor. Cuéntamelas de miedo que son mejores, y a estas alturas prefiero creer en monstruos que en ti.



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