lunes, 6 de febrero de 2012

Callados, enfrentados,

como en un juego de ajedrez nos medimos y al más estúpido movimiento nos criticamos. Porque para mi tú haces todo mal y porque para ti yo hago todo mal, porque nos hemos fallado mutuamente y a partir de ahí, nada se puede arreglar. Aunque equivocarse sea humano y perdonar sea divino, para nosotros un error es más que un error... y no existe la marcha atrás. Seguimos, y seguiremos, siendo unos tontos ilusos, unos estúpidos cabezones, unos jodidos orgullosos... que se dicen de todo menos lo que se tienen que decir, no sé, ¿tan difícil es un "perdón" o un "esta vez la culpa la tengo yo"?... No nos damos cuenta de que el mayor daño nos lo hacemos nosotros mismos, negándonos a ver lo que es imposible evitar ver, negándonos a entender lo que todo el mundo entiende. A veces, o caminas tú, o das un paso hacia delante, o te quedas donde estás, no hay más, no va a venir nadie a empujarte, ni a levantarte del suelo, es más, puedes hasta retroceder, porque a veces eres tú el único y verdadero culpable, y porque a veces eres tú el que tiene que darse cuenta, que en la guerra, en las batallas, en las peleas, no hay ganador y perdedor, hay dos perdedores, dos ilusos perdedores, que se engañan a sí mismos... por creer que las peleas no se arreglan con un simple beso o un fuerte abrazo, por saber que lo amas como a nadie, y que nadie le amará más que tú... pero otra vez, el orgullo nos gana por partida doble y todo lo bonito que puede ser un cuento de hadas termina siendo un mal sueño, una pesadilla, que cada vez nos distancia más y más...

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